QUIMERA  

Publicado por Álvaro

Y después de tanto tiempo, aquí estoy de nuevo. Por fin tengo algo para dar a conocer: un pequeño relato que he escrito en "mis tiempos libre".

Espero que os guste, un abrazo.


QUIMERA

Mire a su alrededor, ¿qué ve? Seguramente visualizará todos aquellos lugares que protagonizan ese entorno que le acompaña cada día.

Ahora diríjase hacia alguna ventana y observe el cielo, con ese azul que lo caracteriza, el horizonte, las montañas, los árboles y edificios… Arrópese con ese ambiente que siempre está presente.

A continuación intente imaginar que todo lo que ha visto, olido y oído, en definitiva, todo lo que ha captado por esos famosos “cinco sentidos”, fuese irreal. ¿Qué sentiría si ese todo se redujese a ser (incluso usted) una idea creada en la mente de alguien y reflejada en unas hojas de papel? ¿Si hasta sus propios pensamientos y sentimientos no le pertenecieran?

Imagine que toda su vida estuviese atrapada por las cadenas de las frases que forman un destino invariable y tangente, ¿qué pensaría si ese mismo pensamiento que cree que piensa fuese meramente el capricho de alguien que controla todo?

No voy a comenzar dando a conocer mi nombre, como se hace habitualmente en las historias en primera persona, y esto no está relacionado con el orgullo de la originalidad ni con el egoísmo.

Yo no tengo nombre.

No es necesario que se compadezca de mí, al fin y al cabo, un nombre solo pone título a lo que somos y a veces (aunque solo sea posible en las historias) podemos prescindir de él.

Lo bueno de esta situación (también algo divertida) es que puedo adoptar un título distinto cada día, es curioso el desconcierto que eso puede causar en las personas. Pero al final termina provocando mi propia perdición pues todo se transforma en una mentira. Una mentira creada por mí.

Quizás se esté preguntando cómo es posible que un simple personaje protagonista de una historia se dé cuenta de que es solamente eso: un personaje surgido de una idea que protagoniza la farsa creada por alguien aburrido. Y más con ese aire de inferioridad que nos rodea a todos nosotros cuando somos lo mismo que ustedes, pero con unas limitaciones existenciales más definidas.

Pues bien, primero hay que tener en cuenta que el ser humano, cuando imagina algo y lo plasma en una película, en un escrito o simplemente en su mente, tiende a colocar aspectos, por minúsculos que sean, que se acercan a lo fantástico o, como algunos prefieren llamarlo, mágico. Solo hay que encontrar esos aspectos (si el escritor lo permite, claro está).

El mío fue un dado.

Yo tenía la manía (supongo que era una de esas “creaciones” que un autor elabora para que sus personajes parezcan más reales) de lanzar un dado en la mesa de mi habitación cada mañana. Siempre salía en él un uno.

Empecé a lanzarlo varias veces al día, supongo que por la curiosidad que me caracteriza (si, otra invención de mi autor), pero siempre continuó ese uno que me empezaba a abrir una puerta hacia la realidad de mi realidad.

Irónico, ¿no cree?

Pero, ¿por qué pude encontrar ese aspecto que hizo que cambiase mi percepción de la vida? ¿Por qué mi autor permitió ese razonamiento en mi cabeza? Si no lo hubiera hecho, no habría historia.

Hay una pregunta que siempre me acecha de una manera radical: ¿Existo?

Muchos opinarán que no, que solo soy una idea creada y plasmada en unas líneas escritas sin una impresión sensitiva de la cual sea copia.

Yo, en cambio, me aferro a la existencia: existo como idea, existo en estas líneas y existo en usted mismo mientras que me da vida leyendo, aunque solo sea durante un corto periodo de tiempo.

Además, mi existencia es la más variada que se pueda imaginar ya que son ustedes, mis lectores, los que deciden cómo puede ser ésta: me imaginarán alto o bajo, con pelo o sin él, con ojos castaños o azules. Son ustedes los que deciden como seré en cada una de las realidades en las que me lean y por eso (dejando a un lado todas las diferencias que nos separan) les debo tanto.

El problema reside en que cuando usted termine de leer, me olvidará reconociéndome meramente como una invención sin vida e irreal que viene inherente a una historia fantástica plasmada en las hojas que tiene entre las manos.

Por eso le pido un único favor: no me envíe a esa oscuridad de la mente que es el olvido, recuérdeme como un ser más, un ser con vida y tan real como lo puede ser usted.

Aun así, y muy a mi pesar, seguiré siempre siendo un personaje ilusorio, quimérico y aparente. Todo quedará reducido a una sencilla relato y yo quedaré reprimido en algún hueco perdido de las mentes de las personas que me lean (incluida la suya) y poco a poco iré consumiéndome entre las fauces del tiempo, terminando por desaparecer.

Pero ¿no es así como todas las vidas terminan?